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El P. Gustavo Gutiérrez en la política vaticana

Publicado: 2011-12-21

El "padre noble" de la Teología de la Liberación ha sido revalorizado con motivo de una presentación oficial del libro del Papa Ratzinger sobre Jesús. Precisamente mientras su nombre salió a relucir a propósito de las maniobras relacionadas con el nombramiento del próximo prefecto del ex Santo Oficio.

GIANNI VALENTE

Vatican Insider, ROMA

Al arzobispo de Oristano Ignacio Sanna, estimado por la libertad y la clarividencia de su punto de vista pastoral con respecto a los asuntos de la Iglesia y del mundo, hay que reconocerle también un cierto nivel de valentía. Quedó demostrado durante la última etapa del ciclo de presentaciones universitarias del libro “Jesús de Nazaret” de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, coordinado por la Librería Editora Vaticana y por el profesor Pierluca Azzaro (Universidad Católica del Sacro Cuore), que terminó en la Universidad de Sassari el pasado 9 de diciembre. En esa ocasión, en su rica conferencia dedicada a la obra de Ratzinger, el obispo sardo habló en términos de admiración e incluso de reconocimiento sobre el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, a quien definió como «padre noble de la Teología de la Liberación». En un fragmento de su discurso –que no fue retomado ni por “L'Osservatore Romano” ni en la síntesis de la relación publicada en la página de la diócesis de Oristano–, monseñor Sanna propuso la relación, retomada por Gutiérrez, que existe entre los relatos evangélicos de la Última Cena y del Lavatorio de pies. En el Evangelio de Juan, Jesús pide a los suyos que repitan ese gesto de acogida y de humildad –que se recuerda en todas las parroquias durante la misa del Jueves Santo– con palabras parecidas a las que Él mismo usa en los Evangelios Sinópticos para la institución de la Eucaristía. «Servir al pobre», añadió Sanna, concordando con la sugerencia de Gutiérrez, «es un modo para recordar a Cristo».

En estos tiempos, incluso la aprobación más simple de las reflexiones exegéticas de Gustavo Gutiérrez asume un carácter emblemático. Durante las últimas semanas, el nombre del teólogo peruano fue usado como un arma contundente en las maniobras en curso con motivo del inminente nombramiento del nuevo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF). En la quiniela de los posibles sucesores del cardenal estadounidense William Joseph Levada, que actualmente guía el ex Santo Oficio, figuraba el obispo de Ratisbona Gerhard Ludwig Müller, coordinador de la “Opera Omnia” de Joseph Ratzinger. Los que no se muestran muy entusiastas con esta posibilidad, tratando de hundir la candidatura del obispo-teólogo alemán, están usando como principal argumento disuasivo su amistad con Gustavo Gutiérrez, que también fue profesor suyo, y su proximidad. En particular, como certificado de no idoneidad para el papel de guardián de la doctrina católica, se hace circular la conferencia pública que pronunciór Müller en Lima en 2008, durante la ceremonia de investidura como Doctor Honoris Causa por la Pontificia Universidad Católica de Perú. En esa ocasión, el obispo de Ratisbona definió plenamente ortodoxa la teología de su maestro y amigo peruano.

Cuarenta años después de la publicación de su libro Teología de la Liberación, que dio origen a la definición misma de la conocida corriente teológica latinoamericana, el padre Gutiérrez -que entró en los Dominicos en 1999- podría ser tentado por el orgullo profesional al ver que, aún hoy, su nombre está resultando central para seleccionar al nuevo guardián de la ortodoxia católica. En realidad, más que ser una prueba de la duradera influencia del teólogo de 83 años que fue alumno de gigantes, del calibre de Henry de Lubac y de Yves Congar, la "operación Gutiérrez", que se está llevando a cabo en los palacios de la otra orilla del Tíber, explica claramente los mecanismos que influyen en la cooptación de nuevos dirigentes en los dicasterios vaticanos.

Las obras de Gutiérrez fueron sometidas durante años al examen riguroso de la CDF, durante el largo periodo de Ratzinger, y nunca fueron condenadas. El amplio discernimiento tenía como objetivo principalmente obtener una toma de distancia pública por parte del autor de algunas interpretaciones erróneas de su reflexión teológica -que en cuanto tal nunca fue llamada en causa- y de algunos abusos pastorales que decían estar inspirados en ella. El proceso, que tuvo lugar desde 1995 hasta el 2004, implicó también al obispado peruano y se materializó en la redacción de un ensayo- titulado La Koinonía eclesial – con muchos retoques realizados por el mismo Gutiérrez de acuerdo con las observaciones que llegaban de Roma, publicado en su versión definitiva en la revista Angelicum en el 2004. Ratzinger mismo, el 17 de diciembre de ese año, escribió una carta al dominico argentino Carlos Alfonso Azpiroz Costa –en ese momento Maestro General de la Orden de los Predicadores- en la que "daba las gracias al Altísimo por la satisfactoria conclusión de este camino de aclaración y de profundización.

La garantía, certificada por Joseph Ratzinger en persona a propósito de la ortodoxia de Gutiérrez, tendría que ser suficiente y debería tranquilizar a todos los que están nerviosos por el futuro de la recta doctrina. La misma trayectoria del teólogo peruano, con su constante disposición de fidelidad hacia el magisterio eclesial, podría servir como punto de referencia concreto para reconocer las intuiciones válidas que existen en la base de la Teología de la Liberación, favoreciendo una reconciliación pacificadora de la memoria en el seno del catolicismo latinoamericano y en la totalidad de la Iglesia universal, ahora que ha pasado el tiempo de las guerrillas teológicas y de las campañas de "normalización". Pero quizás, para algunos amantes del “Risk” que se juega en el tablero de los organigramas vaticanos, es más cómodo que el nombre de Gutiérrez siga siendo un instrumento de terror y que se saca a relucir, al ritmo de viejos clichés, cuando conviene.


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